miércoles, 5 de agosto de 2009

Los sofistas
Nos encontramos en, aproximadamente, la segunda década del siglo V, cuando, en estos precisos
momentos, y tras varios años de existencia de la filosofía denominada como naturalista, comienza el denominado período antropológico de la propia filosofía en Grecia, creadores del Arte Retórico, el cual surge de la misma conciencia de un hecho determinado, a través del cual, la relación existente entre el mundo y el habla es, precisamente, una representación (logos), que incluso puede ser superior a otras dependiendo de las características. El estudio de este tipo de escuela tenía, como principal importancia, el conocimiento acerca de esa misma retórica, como disciplina fundamental (arte de la persuasión a través de la palabra), a la dialéctica (arte de refutar y discutir), y a la oratoria (el arte de la elocuencia).
Y es que, precisamente, el eje de estas mismas reflexiones llevarán a la misma filosofía a un paso de la physis al hombre, estudiándolo de forma mucho más directa y “trabajada”, y sus filósofos más destacados perseguían un objetivo claro: capacitar, especialmente a sujetos jóvenes, en el arte de la oratoria, para prepararlos en una supuesta futura vida política; e incluso, dado que viajaban de ciudad en ciudad, hablando acerca de sus estudios y enseñanzas específicas, recogían gran cantidad de información y material, que luego les servía para una mayor investigación.
No en vano, se presentaban así mismos como profesores de “virtud”, teniendo en cuenta este significado traducido en el sentido literal de tener una habilidad innata, a partir de la cual se tiene una destreza determinada en una acción o capacidad concreta, cobrando evidentemente por sus enseñanzas, las cuales les permitían subsistir diariamente.
Sus filósofos, Maestros por excelencia, fueron denominados con el nombre de los Siete Sabios de Grecia. Principalmente, consistía en una serie de personas, filósofos por excelencia, los cuales compartían puntos de vista incluso mucho más amplio que los de una propia escuela, llegando a popularizar muchas ideas de otros filósofos anteriores.
No en vano, no hay que olvidar que un primer momento, la palabra “sofista” fue en un principio sinónimo de “sabio”, adquiriendo más tarde, con los diálogos platónicos, el término peyorativo de “hábil engañador”. Y es que, aunque como se ha dicho, no formaron escuela, sí se les puede conocer precisamente por un conjunto de puntos de vista coincidentes entre sí, entre los cuales (valga la redundancia), cabría destacar que adoptaron una actitud escéptica y relativista, y no representan un conjunto sistemático de pensadores, no buscando un principio universal.
Su importancia misma, ante todo, no sólo radica en sus enseñanzas, sino en que tuvieron una influencia muy notoria e importante en la vida ateniense, pues pusieron en tela de juicio a la pólis en su sentido más tradicional, realizando una crítica extensiva y muy sincera con respecto a las instituciones diversas que, en esos momentos, existían en Atenas.
Los principales filósofos sofistas
Dentro del propio estudio de la Filosofía Sofista, es necesario conocer de cerca quiénes fueron algunos de sus más importantes filósofos.
Destacaron, entre otros, Gorgias (discípulo de Empédocles, escribió un tratado acerca de la Naturaleza), Protágoras (defensor del relativismo de las diferentes cualidades sensibles y de los valores), Hipias de Elis (destacó por sus conocimientos, considerando que la ley era incluso contraria a la naturaleza), Licofron (defensor del derecho natural del débil) y Calicles (defensor del derecho natural del más fuerte).
Relativismo
Hay dos teorías filosóficas opuestas ante la verdad y que han sido defendidas de forma reiterada a lo largo de la Historia de la Filosofía: el objetivismo y el relativismo. El objetivismo mantiene la idea de que la verdad es independiente de las personas o grupos que la piensan o formulan (ver “objetivismo”). Por el contrario, el relativismo considera que la verdad depende o está en relación con el sujeto, persona o grupo que la experimenta. Es preciso tener cuidado con la definición del relativismo, así, por ejemplo, no es relativismo aceptar que existen muchas opiniones acerca de las mismas cosas, esto es obvio y nadie lo ha negado. El relativismo aparece cuando a continuación decimos que dichas opiniones son verdaderas si a las personas que las defienden les parecen verdaderas. El relativismo mantiene que existen muchas verdades acerca de las cosas, al menos tantas como personas creen tener un conocimiento de ellas.
Hay varias razones que permiten comprender por qué muchos filósofos consideran adecuado el relativismo. Se pueden destacar las siguientes:
la influencia de elementos físicos, psicológicos o culturales en las creencias de las personas; la observación de las muchas ideas o concepciones que tienen los distintos grupos o culturas; la observación del cambio de ideas a través del tiempo.
En cuestiones humanas y sociales se reconocen tres formas básicas de relativismo:
a) Cognitivo
b) Moral
c) Cultural
El historicismo es una tendencia filosófica, inspirada en las ideas de Benedetto Croce y Leopold von Ranke, que considera toda la realidad como el producto de un devenir histórico. Concibe al ser esencialmente como un devenir, un proceso temporal, que no puede ser captado por la razón. Concibe el devenir como historia y utiliza más la ciencia del espíritu.
Según el historicismo, la filosofía es un complemento de la
historia. Su tarea consiste en llevar a cabo una teoría de la historia. Esta se propone efectuar una exploración sistemática de los hechos históricos. Los hechos políticos, científicos, técnicos, artísticos, religiosos, etc., pueden ser considerados hechos históricos porque tienen importancia para la vida del hombre.
Karl Popper definió al historicismo como: "Una aproximación a las ciencias sociales que asume que la predicción histórica es su objetivo principal, y que asume que su objetivo es alcanzable mediante el descubrimiento de los "ritmos", o los "patrones", las "leyes" o las "tendencias" que subyacen a la evolución de la historia" (Introducción a La miseria del historicismo).
Popper criticó este tipo de historicismo, practicado, según él, por filósofos como
Hegel, Marx y Oswald Spengler.
El Hedonismo es la doctrina filosofica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. Las dos escuelas clásicas del hedonismo son la escuela cirenaica y los epicúreos.
Hedonismo es la doctrina que considera el placer como el fin de la vida, por lo que se deduce que los seres humanos deberíamos dedicarnos exclusivamente a vivir en su eterna búsqueda. En la Grecia antigua se formularon las primeras teorías sobre el placer:
En la primera doctrina se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás, por su puesto esta teoría sería egoísta y arbitraria y obviamente no conduciría a nada bueno. Además, esto nos lleva a pensar, que quien así actúa terminará por convertirse en un ser monstruoso que de seguro debe sucumbir a sus bajos instintos. Esta teoría fue expuesta por un grupo llamado los cirenaicos.
La segunda doctrina fue formulada por los epicúreos o hedonistas racionales, seguidores del filosofo
Epicuro de Samos, quien vivió en Grecia entre el 341 y el 270 a.c. La doctrina que predicó Epicúreo de Samos ha sido tergiversada a través de la historia, hasta el punto de que algunos lo toman como un libertino mientras que otros lo consideraron una faceta.
Epicuro consideraba que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, porque para muchas personas el placer es concebido como algo que excita los sentidos. Epicúreo consideró que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sensuales. Existen otras formas de placer que según él se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También afirmó que ningún placer es malo en sí, sólo que los medios para buscarlo pueden ser el inconveniente, el riesgo o el error.
Existen escritos del filósofo y de sus seguidores que nos muestran sus doctrinas: entre los deseos, algunos son naturales y necesarios, algunos naturales y no necesarios y otros ni naturales ni necesarios, sólo consagrados a la opinión vana. La disposición que tengamos hacia cada uno de estos casos determina nuestra aptitud para ser felices o no.

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